Alberto García Alix |
Creo que nunca he escrito nada sobre esta historia que voy a contar. A mis alumnos seguro que se la he contado cuando hablamos sobre si el fotógrafo nace o se hace. Hace mucho tiempo era profesor de fotografía en una ONG para gente sin hogar. Y ella llegó para sorprenderme.
De esta historia ya no queda nada. No sé nada de la persona. Desapareció un día y jamás la he vuelto a ver. Igual ha vuelto a su tierra. Lo mismo está en otro país. Pero seguro que sigue dando guerra. Sus fotografías se han perdido para siempre en algún lugar a cambio de dios sabe qué.
Yo era un joven de 20 años con la misma pasión por la fotografía. Eran mis primeros pasos como profesor. Trabajaba de voluntario en una ONG que empezó como un sueño y que, bajo mi impresión, acabó como una empresa en la que las personas terminaban siendo números para cuadrar las cuentas. Ya no queda nada de aquella época. No quedan ni las fotos de todo lo que se hizo... Todo tiene que cambiar, pero da pena que se pierda la ilusión.
Me propusieron dar un taller de fotografía a la gente sin hogar. Es importante que todos tengamos nuestros momentos de ocio. Y el mundo de la fotografía, el cine, la literatura y el teatro son una forma perfecta de evadirnos de nuestras realidades.
Fueron años llenos de experiencias. De aquellos talleres han quedado en mi memoria muchas historias, proyectos, imágenes... que terminaron en convertirse en parte del diario de mi vida. Había alumnos de todo tipo y condición: entusiasmados, rutinarios, divertidos, oscuros... con un interés común: descubrir qué es la fotografía.
La dinámica de los talleres
¿Cómo das clase a la gente sin hogar? ¿Qué puede aportar la fotografía a la gente que duerme en la calle? Lo mismo que a todo el mundo. El poder de contar a los demás cómo ves las cosas. Solo hay que enseñar su particular gramática. Y eso es lo que hice durante unos años con cámaras prestadas, de usar y tirar. Y mucha ilusión.Los alumnos volvían taller tras taller. Unos por el calor de la sala, otros por los compañeros, y los más quiero pensar que por aquella máquina que les sacaba los recuerdos. Ella, sinceramente, no sé por qué aparecía. Triste, sucia, alegre, limpia, feliz, ausente con dos copas de más y siempre dos besos de menos.
Larry Clark |
Al principio no apostaba por ella. Pero después de dos clases, cuando la confianza le permitió hablarme con el corazón en la mano, me descubrió sus orígenes, la historia de su familia y unas enormes ganas de contar con la ayuda de un lápiz. Y desde que asistía a mi clase, con una cámara.
El fotógrafo nace
Y de repente llegó la confirmación de algo de lo que no he vuelto a dudar en mi vida: El fotógrafo nace. Y a los demás no nos queda más remedio que disparar sin descanso hasta conseguir algo bueno.Un día pudimos repartir a todo el mundo cámaras desechables. Y cada uno volvió con sus historias. Todos los asistentes hacían fotos por primera vez en su día a día, sin la presencia del profesor. Algunos cumplieron el encargo como un funcionario gris. Otros se esmeraron más y buscaron todas las cosas que explicaba en las clases. Pero ella trajo su vida en cada disparo.
Nan Goldin |
Me costó creer que aquello era verdad. Que la vida de alguien podía ser así. Tan directa. Ella se limitaba a retratar a sus amigos. Como todos hacemos. Pero con una mirada que nunca he vuelto a ver. No pude desenmascarar el código. Daba igual las horas que había pasado en mi vida estudiando a García Alix, a Nan Goldin, Larry Clark o Diane Arbus... Todos ellos estaban allí como una sombra diabólica contándole al oído historias terribles de la vida detrás de la frontera.
Su vida era así. Y no lo ocultaba, sino que la representaba con toda la crudeza de quien no espera besos en la cama al terminar el día. Ni siquiera una palabra de más. Era pura fotografía. Con una cámara de usar y tirar. Nada más. Pura experiencia.
No pude contenerme. Eso tenía que verlo la gente. Faltaba técnica. Pero ahí, delante de mis narices, había un genio. Enseguida hablé con la gente de la ONG. Las ideas salían de mi cabeza a borbotones. Ella tenía la solución en sus manos. Había nacido una estrella...
El fin de la historia
Gracias a S., detalle que nunca olvidaré, conseguimos los medios para que empezara a disparar sin miedo. Una cámara sencilla, carretes y revelados asegurados. Yo me encargaría de guardar todo el material. Ella no tenía domicilio fijo.Y cada vez que volvía me encontraba con fotografías reales. Sin miedo. Crudas. Impresionantes. Y lo más importante, ella cada vez más feliz. Convencida de haber encontrado la mejor forma de expresar el torrente de sensaciones de su cabeza.
Gracias a S. incluso tuvo unos minutos en la televisión. No llegué a contar los carretes que pinto con sus historias. Pero estaba seguro de que con ese material llegaríamos a poder hacer una exposición algún día. No os imagináis los puñetazos en el corazón que suponían cada una de esas fotografías. Era su mundo, contado por un ojo excepcional. Si viviera en un palacio seguirían siendo un chute directo a la mirada. No era lo que se veía. Era cómo lo contaba.
Sin embargo, una tarde llegó muy nerviosa, acompañada del maldito disfraz de pecadora que acompañaba a los cantantes de los 80. Quería las fotos y los negativos ya. Le dije que los tenía en casa. No le importaba. Los quería ya. Ella los guardaba. Por más que intenté convencerla no hubo manera. El disfraz de bruja consumada hablaba por ella.
Le di todo. Yo no tenía derecho a tenerlo. Desapareció. Y a los dos días me confesó que había perdido todo. El demonio bien se encargó de enterrar las historias que estaba contando. Jamás pidió otra cámara. Y no la he vuelto a ver desde entonces.
Es lo más cerca que he estado de un sueño de la fotografía. Tal vez hay cosas que no podemos hacer por los demás. Y de lo único que estoy seguro desde entonces es de que los fotógrafos nacen. Los demás solo aprendemos. Por cierto, no queda nada.
Hola. Me gustaría tener el correo electrónico del autor del artículo. Necesito contactarle. Muchas gracias.
ResponderEliminarBuenas... Soy Fernando. Puedes contactar conmigo en fernando.sanchez@ferfoto.es
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