Ahora que empieza el año nuevo y que seguro que hemos sido tan buenos que hemos recibido, al menos, de regalo los calzoncillos de rigor de la tía abuela política, tenemos que hacernos una firme promesa para seguir luchando por una fotografía mejor. Y nada mejor que reconocer su magia.
La magia de la fotografía es lo que da sentido a toda nuestra afición. Es lo que nos lleva a hacer fotos con cabeza, intentando mejorar en cada disparo. Si no fuéramos conscientes de ella, creo que muy pocos seguiríamos trabajando año tras año con una caja metálica entre nuestras manos.
Me refiero a esa maravillosa sensación de encontrarse en la pantalla, o mejor aún, delante del ordenador, con ese fotograma (no me gusta llamarlo archivo por lo que tiene de funcionario gris) que estábamos convencidos de que se iba a convertir en una gran fotografía.
Pocos saben cómo se produce este proceso según el cual cuando aprietas el disparador sabes que lo que estás haciendo es tu gran momento, que no vas a hacer nada mejor ese día; que cuando pases las imágenes al ordenador esa va a ser la cinco estrellas, la de color rojo o negro o verde (nunca entenderé lo de clasificar por colores). La que si te presentaras a un concurso ganaría todos los premios...
La magia de la fotografía
Es lo que sientes cuando abres un libro de tu biblioteca o abres un blog (para mi es más gratificante la primera experiencia, señal de que soy más viejo) y descubres una fotografía que te deja sin respiración.
Es cuando sientes la necesidad de ser como Cartier Bresson, como Doisneau. Y por mi parte Richard Avedon o Cristina García Rodero. Al ver sus fotografías siento la imperiosa necesidad de al menos haber estado allí. En algunos momentos incluso me da igual ser fotógrafo o retratado. Con estar en el mismo espacio tiempo me hubiera bastado. Pero dentro de mi sé que siento envidio por no haber hecho semejante fotografía.
Munkacsi Three Boys at Lake Tanganyika |
Es como lo que confesaba Cartier Bresson sobre la fotografía de Munkacsi Three Boys at Lake Tanganyika:
Cuando vi la fotografía de tres niños corriendo al mar, sentí que sería la chispa que encendería los fuegos artificiales. Es la única fotografía que me influenció. La imagen tiene tal intensidad, espontaneidad, disfrute de vida, tal prodigio que aún hoy me sobrecoge.Ojalá con la mera contemplación de una imagen te convirtieras en alguien como Cartier Bresson. Pero creo que es un ejemplo perfecto para entender en qué consiste estas cosas de las que estoy hablando.
Richard Avedon |
Cristina García Rodero |
Michael Kenna |
La realidad de la magia de la fotografía
Todo esto está muy bien, pero tiene una trampa en la que muchos podemos caer sin apenas darnos cuenta. La fotografía te permite soñar e imaginar que eres otro. Lo mismo sucede con la literatura y por supuesto con el séptimo arte.Pero lo que hay que hacer, sobre todo ahora que comienza el año y somos más propensos a hacer promesas es dejar de soñar, de imaginar que somos otros y utilizar el poder de la fotografía para buscar nuestra forma de ser.
Es muy cómodo mirar un libro y hacer sesudos comentarios. O cerrar los ojos e imaginar que eres ese fotógrafo. Lo que hay que hacer es levantar el culo del asiento, la cámara al hombro, un buen par de zapatos y partir como si no hubiera mañana a hacer soñar a otros con tus fotografías.
Feliz año, queridos lectores.
Que gran artículo!!! Fantásticos ejemplos para describir eso que queremos todos, encontrar la magia en las fotografías que capturamos. Y ahora que hablas de Avedon, hace poco publiqué una frase suya que me entusiasma y que considero una de las mejores definiciones de lo que es el impulso fotográfico. Dice Avedon: "Creo que todo el arte gira alrededor del control. El encuentro entre el control y lo incontrolable." Y yo lo subscribo feliz y voy corriendo a por la cámara. Gracias por hacernos más sabios.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus líneas. Muy buena la frase de mi querido Avedon
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