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lunes, 23 de noviembre de 2015
Fotos que no haríamos si tuviéramos que revelar el carrete
Ahora, como la fotografía no cuesta... Este el pensamiento de millones de personas que disparan sus cámaras por doquier con la intención de registrar cada segundo de su vida. Lo triste es que la gran mayoría de esas personas jamás harían tantas fotos si tuvieran que volver al mundo químico. Significa que sólo hacen fotos por su escaso valor económico, que no piensan lo que hacen.
El coste cero de un disparo es una de las grandes ventajas y uno de los grandes problemas de la fotografía digital. Las cosas que no cuestan muchas veces no son debidamente valoradas o pensadas. Y esto es un error que cuesta mucho a la hora de hacer una fotografía.
Si lo viéramos desde el punto de vista del aprendizaje, el hecho de poder experimentar sin dejarse el bolsillo es la mejor escuela que podemos encontrar. Antes, los fotógrafos que empezamos en el mundo clásico trabajábamos mucho con la famosísima técnica del ensayo-error, pero siempre estábamos soñando con que nos salieran las fotos a la primera, pues nos podíamos dejar la cartera en cada prueba.
Recuerdo cuando trabajaba para una revista pequeña y me enviaban a los festivales de cine. Sólo podía hacer un carrete por día. Y a lo mejor tenía por la mañana a Almodóvar y por la tarde a Coppola. Os puedo asegurar que con cada disparo intentaba ser el mejor, y me tenía que frenar las ganas de seguir apretando el disparador. Las fotos de aquellos años eran buenas, y sé que podrían haber sido mejores, pero tenía que tener en cuenta el precio por disparo. Y era lo único que podía hacer si quería ganar algo de dinero. Cada vez que pasaba la película era una apuesta. No sabía si era ganadora hasta que revelaba el carrete. Y esa emoción no la he vuelto a sentir desde que tengo en las manos una cámara con una tarjeta de memoria y una pantalla. Siempre estabas aprendiendo.
Ahora esa sensación se ha perdido, pero como fotógrafos podemos seguir aprendiendo en cada disparo e intentar que sea el mejor. Que la luz y el encuadre sean inolvidables. En mis clases siempre recomiendo hacer en alguna sesión sólo 36 fotografías, tantas como las que permitía el carrete con más capacidad. Las cosas cambian entonces. Te das cuenta de que la mayoría de los disparos que hacemos es por hacer algo, no por conseguir una buena fotografía. Si existiera esta limitación (qué innovador sería que una cámara permitiera este tipo de programación en vez de tener el efecto maqueta) no veríamos tantas fotografías manifiestamente mejorables en internet. Seguro.
Estamos cansados de ver fotos de gatos, de comida, de todos los segundos de vida de un niño recién nacido, de lo felices que son esa pareja en cada esquina de una gran ciudad... Muchos tienen una necesidad imperiosa de reflejar su vida y enseñársela a todo el mundo. He llegado a ver fotos de todos los platos de un menú del día o del sandwich mixto que se prepara uno por la noche. Hay gente que envía 10 fotos de la gracia que ha hecho un niño en una tarde. ¿Estamos locos? Creo que la fotografía ha perdido mucho de la reflexión que debería tener. No hay que disparar porque sí; hay que hacer una fotografía sólo cuando sea necesario, y eso ocurre pocas veces, salvo contadas excepciones. Y ninguna es un plato de comida, el gato o un niño diciendo sus primeras palabras.
Estamos viviendo una sobresaturación de información intrascendente. Ojo, no estoy diciendo que no haya que hacer las fotos que pueblan las redes sociales (gato, comida, niños, vacaciones); sólo que hay que hacer menos y más pensadas. Una buena fotografía expresa más que mil. Y no hay que olvidarse de la selección y de la edición, dos cosas fundamentales que la gente no parece conocer.
La próxima vez que salgamos a la calle con una cámara, no tenemos que ir con la idea de registrar todo lo que se mueva y llenar la tarjeta cuanto antes para demostrar que hemos hecho muchas cosas (un gran problema de los turistas que se aburren o no saben viajar). Sólo tenemos que observar y cuando veamos algo interesante fotografiarlo. Podemos probar otro encuadre u otro punto de vista si vemos que puede mejorar la idea original. Y entonces aprenderemos fotografía. Qué bueno sería si se notara una bajada de fotos de animales, niños y platos y empezáramos a descubrir cosas más interesantes. Lo malo que se pondrían de moda y otra vez todos haríamos las mismas fotos pues total, ahora no cuestan...
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